En el pico Ocejón

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sábado, 23 de julio de 2011

Las Dehesas de Cercedilla - 17 de julio de 2011

Domingo en pleno verano. A la altura de Villalba, ya se intuye desde la ventanilla del autobús que el día puede estar fresco en la sierra. Nubes bajas tapan las cumbres serranas, incluido el monte de Abantos.

En los últimos kilómetros de subida al puerto de Navacerrada, se forman algunas retenciones en la carretera. Al apearme del autobús en el puerto, la niebla es bastante densa y cae una finísima llovizna. El termómetro no miente. Van a dar las once de la mañana y marca once grados. Me veo obligado a abrigarme un poco antes de ponerme a caminar.

Mi idea es bajar desde aquí hasta las Dehesas de Cercedilla para reunirme, a la hora de comer, con un grupo de viejos compañeros que han quedado allí. Lo de viejos no encierra lógicamente ningún matiz peyorativo. Tiene, por el contrario, un sentido entrñable.

Tengo intención de tomar la senda Herreros, que para mí es uno de los senderos más bonitos y sorprendentes que tenemos en nuestra sierra. Y además, no suele estar muy transitado, todo lo contrario que el camino Schmid.


La niebla le da al paisaje un aspecto inusual en estas fechas de mediados del mes de julio. Quién me lo iba a decir.

A medida que voy perdiendo altura, la niebla va desapareciendo. Llega un momento en que veo el valle cubierto de pinares, Cercedilla en primer término, otros pueblos algo más alejados y al fondo los montes del Escorial.


Desde la pradera de Navarrulaque, en la que termina la senda Herreros, efectúo la bajada final hasta Las Dehesas.

Los compis han querido huir un poco de la marabunta que inunda en estas fechas Las Dehesas y han caminado un poco desde el aparcamiento de Majavilán hasta instalarse junto a la calzada romana, nada más pasar el puente del Descalzo.


Los pillo en plena comilona, pero aún me da tiempo a pescar algo, tortilla incluida. Y, contra todo pronóstico, no soy, ni mucho menos, el último en llegar. ¿Contra todo pronóstico?

José Manuel & Cía, por un lado, y Óscar & Cía, por otro, parecen rivalizar por ver quién llega más tarde. Tenemos noticias de ambas comitivas. Sabemos que se aproximan, que están ya cerca. Ambas han recibido indicaciones de nuestra posición y, sin embargo, no terminan de aparecer. Tic tac, tic tac... Los minutos pasan y nada.

De repente vemos una figura conocida remontando los últimos metros de calzada hasta nosotros. Es José Manuel, a la cabeza de su comitiva. Todos vienen cargadísimos. Neveras, sillas, una mesa plegable, en fin, la pesca. Un despliegue de consideración.

El despliegue

Tras los saludos de rigor, los recién llegados comienzan a instalarse, pues aún no han comido y están ya caninos.

Manos a la obra

Lo primero, primero es montar la sangría. Dos cancarros para un total de ocho litros.

Uno de los cancarros de sangría

Luego llega la hora de sentarse a la mesa como los señores, todo lo contrario que los demás, que comimos tirados por el suelo. Todavía quedan clases.


El menú campestre es de órdago a la grande. Ensaladilla rusa. Gazpacho. De segundo no sé si eran filetes empanados o qué. Y arroz con leche. La concurrencia cuchichea y no sale de su asombro.

Y la musiquita que tampoco falte

Para la sobremesa trasladan la mesa de la sombra al sol. Y es que la tarde está fresquita aquí en la Fuenfría. Tienen que rematar la faena a lo grande y que mejor remate que un buen termo de café. Por supuesto, no podía falta el orujo de hierbas. Esto es un escándalo, que diría Raphael.


Entretanto Óscar y su comitiva, ya han llegado, pasadas las cuatro y, salvo Jaime y Esther, también sin comer.

A media tarde, algunos intrépidos, más bien culos inquietos, nos animamos a dar un paseo.


Seguimos la calzada romana hacia arriba y luego, abandonamos su empedrado, para torcer un poco a la derecha y continuar por la carretera de la República.

Con uno de los Siete Picos detrás

Llegaremos hasta un poco más allá del arroyo de la Navazuela.


A la vuelta del paseo, llega el momento de hacer algunas fotos más, incluidas las de grupo.



Ya van a dar las ocho y cada vez va haciendo más fresco, por lo que se impone la retirada.


Los hay que, por supuesto, no pueden dejar su partida de parchís a medias. Y ahí los dejamos.


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